domingo, 2 de marzo de 2014

La chispa de la vida

 

La liga de fútbol sub14 de Asturias desde hace poco se llama Liga Pizza Móvil. A mí me escandalizó el tema, pero mucha gente del fútbol me dijo “oye, que dan dinero para el fútbol base, qué más dará lo del nombre si nuestros niños va a tener más medios”. Por mucho que yo me hinchase a utilizar la palabra ‘mercantilización’, lo simple del argumento, aparentemente irrebatible, me dejaba en fuera de juego.

Estos días, Coca-Cola ha anunciado que cierra varias fábricas. Y yo, que me gusta imaginar situaciones, pensé en uno de tantos padres y madres a los que Coca-Cola echa a la calle. Una familia que comienza a sufrir para poder comer o pagar la hipoteca. Llegado el sábado esa familia lleva a su hijo de 15 años a jugar al fútbol; toca Copa Coca-Cola. En la última escena, aparece el hijo, venciendo en la final de la Copa Coca-Cola, rodeado de publicidad de la marca, y, por supuesto, aprovechando la ocasión para mandar un sincero agradecimiento a la multinacional, sin cuya financiación desinteresada ni él ni su equipo hubieran podido nunca llegar a ser los mejores. ¿Acaso no es eso lo que les estamos enseñando?

Estamos moral e ideológicamente desarmados, nos parece normal que, a cambio de dinero y de mejoras en la vida, se pueda vender casi cualquier cosa. Todo tiene que producir algo, y si no, se alquila, se vende o se mercadea de alguna forma con ello. La obsesión por la eficiencia. ¿Qué beneficio genera una liga “sin nombre”? ¿Qué ingresos aportan los colores de un club? ¿De qué sirve el nombre de un estadio? Pues de nada, no sirve de nada, por la sencilla razón de que no debe servir para nada. Si tenemos la enfermedad del utilitarismo, de tratar todo como empresas que deben producir algo, al menos deberíamos tener la decencia de no transmitírsela a nuestros pequeños.

* Publicado en Periódico Diagonal, periódico quincenal de actualidad crítica, nº216.

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